Entre la inocencia de la infancia y la dignidad de la madurez encontramos una encantadora criatura llamada niño.
Los niños vienen de diferentes medidas, pesos y colores, pero todos tienen el mismo fin, disfrutar cada segundo de esa pequeñez, saltar, correr, brincar, comer helado, pegarse un chicle en el pelo, andar con la cara sucia ese es un verdadero niño.
En la actualidad se dice que “los chicos de ahora son diferentes".Yo No lo creo. En esencia siempre son iguales. Sin embargo, los que han cambiado son los adultos y ese cambio genera situaciones nuevas y desconocidas.Entonces, ser niño actualmente es un oficio difícil y las nuevas generaciones tienen que adaptarse a las exigencias que les impone la sociedad.Leyendo hace varios días un artículo en la internet decía que según, el Marketing ha descubierto un punto importante: el niño es un "consumidor". Y, si bien no es el decisor de la compra, es quién ejercerá la presión en los adultos para que esta compra se realice. Por otro lado, los padres ya no tienen claro qué significa educar un hijo. Las generaciones anteriores, equivocadas o no, con buenos o desastrosos resultados, sabían qué clase de adultos deseaban que fuesen sus hijos y la educación se orientaba hacia esa meta.Por otro lado se los limita y controla en muchos aspectos en los que se deberían ayudarlos a crecer, a independizarse, a recorrer de la mano de los adultos, en forma gradual y progresiva, ese camino que va de la independencia a un estado de mayor autonomía.En otros casos, se los estimula más allá de lo que corresponde a su edad y madurez. Tal es el caso de la sexualidad, permitiendo que tengan acceso a películas, series, publicidades, revistas, etc., sin olvidar los supuestos espectáculos o programas televisivos donde se muestran situaciones adultas trasladadas a la infancia, como si fuesen la realidad del niño que termina trasplantándolas a su vida cotidiana, aunque no pueda ser capaz de entenderlas y manejarlas.Y no olvidemos las exigencias de rivalidad y competencia a las que son sometidos, tanto en los deportes como en los estudios; exigencias que terminan por suprimir todo placer por el juego sano. También se anula la auténtica relación con el conocimiento, ya que los chicos se ven obligados a estudiar para el maestro y para los padres y obtener buenas notas como se obtiene un trofeo, en lugar de aprender para saber y para que les sirva en la vida cotidiana.Las niñas de hace dos generaciones jugaban a "la mamá" y ese juego les permitía identificarse con su realidad y poder asimilarla. Así ellas se ponían en el rol de su propia madre y el muñeco eran ellas mismas.Pero las muñecas modernas ya no son bebés, sino mujeres adultas con cuerpos adultos.
Pero sin embargo ¡son los mismos niños de siempre!
Lo más importante es que crezcan en un ambiente libre de negatividad e impulsados a tener confianza y a expresar su propio ser.
Enséñalos a decir la verdad, a ser honestos y sinceros.
Los niños vienen de diferentes medidas, pesos y colores, pero todos tienen el mismo fin, disfrutar cada segundo de esa pequeñez, saltar, correr, brincar, comer helado, pegarse un chicle en el pelo, andar con la cara sucia ese es un verdadero niño.
En la actualidad se dice que “los chicos de ahora son diferentes".Yo No lo creo. En esencia siempre son iguales. Sin embargo, los que han cambiado son los adultos y ese cambio genera situaciones nuevas y desconocidas.Entonces, ser niño actualmente es un oficio difícil y las nuevas generaciones tienen que adaptarse a las exigencias que les impone la sociedad.Leyendo hace varios días un artículo en la internet decía que según, el Marketing ha descubierto un punto importante: el niño es un "consumidor". Y, si bien no es el decisor de la compra, es quién ejercerá la presión en los adultos para que esta compra se realice. Por otro lado, los padres ya no tienen claro qué significa educar un hijo. Las generaciones anteriores, equivocadas o no, con buenos o desastrosos resultados, sabían qué clase de adultos deseaban que fuesen sus hijos y la educación se orientaba hacia esa meta.Por otro lado se los limita y controla en muchos aspectos en los que se deberían ayudarlos a crecer, a independizarse, a recorrer de la mano de los adultos, en forma gradual y progresiva, ese camino que va de la independencia a un estado de mayor autonomía.En otros casos, se los estimula más allá de lo que corresponde a su edad y madurez. Tal es el caso de la sexualidad, permitiendo que tengan acceso a películas, series, publicidades, revistas, etc., sin olvidar los supuestos espectáculos o programas televisivos donde se muestran situaciones adultas trasladadas a la infancia, como si fuesen la realidad del niño que termina trasplantándolas a su vida cotidiana, aunque no pueda ser capaz de entenderlas y manejarlas.Y no olvidemos las exigencias de rivalidad y competencia a las que son sometidos, tanto en los deportes como en los estudios; exigencias que terminan por suprimir todo placer por el juego sano. También se anula la auténtica relación con el conocimiento, ya que los chicos se ven obligados a estudiar para el maestro y para los padres y obtener buenas notas como se obtiene un trofeo, en lugar de aprender para saber y para que les sirva en la vida cotidiana.Las niñas de hace dos generaciones jugaban a "la mamá" y ese juego les permitía identificarse con su realidad y poder asimilarla. Así ellas se ponían en el rol de su propia madre y el muñeco eran ellas mismas.Pero las muñecas modernas ya no son bebés, sino mujeres adultas con cuerpos adultos.
Pero sin embargo ¡son los mismos niños de siempre!
Lo más importante es que crezcan en un ambiente libre de negatividad e impulsados a tener confianza y a expresar su propio ser.
Enséñalos a decir la verdad, a ser honestos y sinceros.
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